Buscar tiempo para pensar

Antes de empezar este nuevo curso académico, he estado haciendo Ejercicios Espirituales (EE) en La Yedra, muy cerca de la monumental ciudad de Baeza. Han sido cinco días de oración y silencio, dirigidos por el sacerdote Manuel Barco, desde la metodología del estudio del evangelio; y por los que tengo que dar infinitas gracias a Dios. Unos días que me han inspirado esta mirada.  

Me gustaría partir de un hecho conocido por todos. En estos últimos años es muy común entre las parejas que tienen problemas, o consagrados que están viviendo algún tipo de crisis, decir: «necesito un tiempo para pensar». Es una expresión que se ha hecho habitual, y que se utiliza normalmente como preámbulo de una decisión definitiva. Pero no me quiero detener en eso ahora. Quiero llamar la atención en la necesidad de «buscar tiempo para pensar» y poner las cosas en orden, pues todos necesitamos ordenar nuestra vida, aclarar nuestras ideas y tratar de descubrir lo que realmente queremos. 




Una conocida reflexión de la Madre Teresa de Calcuta comienza precisamente con este tema:

Tómate tu tiempo para pensar; es la fuente de poder.
Tómate tu tiempo para rezar; es el mayor poder sobre la tierra.
Tómate tu tiempo para reír; es la música del alma.
Tómate tu tiempo para jugar; es el secreto de la eterna juventud.
Tómate tu tiempo para amar y ser amado; es el privilegio que nos da Dios.
Tómate tu tiempo para dar. El día es demasiado corto para ser egoísta.

Tómate tu tiempo para leer; es la fuente de la sabiduría.
Tómate tu tiempo para ser amable; es el camino hacia la felicidad.

Tómate tu tiempo para trabajar; es el precio del éxito.
Tómate tu tiempo para hacer caridad; es la llave del cielo.

Si os dais cuenta, la Beata de Calcuta comienza esta serie de exhortaciones con la necesidad de tomarse un tiempo para «pensar» y para «rezar». Pues bien, los EE son indudablemente ese camino que nos permite tener el tiempo para pensar y rezar que nos devuelva el «poder» sobre nuestra propia vida. Ese «poder-control» que muchas veces perdemos, dejándonos llevar por otros, por las circunstancias que nos rodean o por nuestra propia debilidad. 

Muchos de los que estáis leyendo este blog sabéis de sobra qué son unos EE y entendéis perfectamente lo que estoy diciendo. Pero también estoy seguro de que otros muchos no lo sabéis. Para aquellos que no lo sepan, y dicho de una forma sencilla, los EE son unos días para «ejercitar el espíritu». San Ignacio de Loyola, que es un maestro en este tema, los define de una manera más precisa en la primera anotación de su libro de Ejercicios Espirituales: «…por este nombre de ejercicios espirituales se entiende todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mentalmente y de otras actividades espirituales según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales, de la misma manera todo modo de preparar y disponer el alma para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y después de quitadas buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del alma, se llaman ejercicios espirituales» (Ejercicios Espirituales, n.1). De esta manera el fundador de los jesuitas define los EE no como unos días ociosos, pensados simplemente para desconectar de todo y descansar de la rutina, sino como unos días de esfuerzo y de trabajo centrados en nuestro espíritu. Unos días para, en el fondo, replanteárselo todo, sintonizar con la voluntad de Dios, y que, en definitiva, nos ayuden a retomar las riendas de nuestra, a veces, desbocada vida. 

No es un tiempo perdido ni malgastado, sino un «tiempo de calidad y de gracia» que da profundidad y sentido a toda nuestra existencia. Porque todos necesitamos sacar tiempo, aunque sea poco, para ponernos delante de nosotros mismos, de nuestra realidad; y ver si aquello que hacemos y vivimos es lo que más nos conviene, es decir, si eso es lo que Dios quiere de nosotros. Por eso lo mismo que necesitamos dedicarle tiempo al ejercicio físico, al descanso, al ocio o a los amigos, en mayor medida necesitamos ese tiempo de silencio y oración para dedicarlo al espíritu. Y es que, al final, como dice también el propio San Ignacio: «Los Ejercicios son todo lo mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y entender, así para el hombre poderse aprovechar a sí mismo, como para poder fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos» (Monumenta Ignatiana, v.1, p.113)

Está claro: ¡Buscar tiempo para pensar y rezar es buscar tiempo para darle sentido a la vida! 

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