Bienvenida al Nuevo Año 2016

Despedimos el año 2015 y damos la bienvenida al 2016. Atrás quedan 12 meses de camino recorrido, que han entrado ya a formar parte de nuestra particular historia y que, por tanto, han servido para escribir otro capítulo del libro de nuestra vida. Estoy seguro de que en este capítulo que cerramos, como ocurre en todos los capítulos de un buen libro, habrá páginas memorables que recordaremos siempre y páginas horribles que nos gustaría reescribir porque recogen algún acontecimiento o alguna experiencia que hubiésemos querido evitar. Pero esto es imposible: las cosas no se pueden cambiar. El pasado entra a formar parte de nuestra vida como un sello indeleble, que nos marca dejando una huella y nos va conformando en la persona que somos.

En un conocido refrán de nuestro sabio refranero español se dice: «agua pasada no mueve molino». Con esta expresión se reconoce la imposibilidad de cambiar el pasado, al mismo tiempo que implícitamente se nos advierte de algo que es importante: el agua sigue corriendo. Nuestra vida continúa su curso como el agua de un río, y volvemos a tener por delante las páginas en blanco del año recién estrenado, en las que se escribirán un nuevo capítulo de nuestra vida, cuya trayectoria y contenido desconocemos.

Es cierto que nadie puede controlar y decidir su propio futuro, porque realmente no somos los dueños absolutos de nuestro tiempo ni de nuestra vida. Lo que está por llegar no podemos saberlo, y pretender controlarlo es tan imposible como tratar de cambiar el pasado. Ahora bien, eso no quiere decir que, pasivamente, nos limitemos a
aguardar el paso del tiempo y esperar a que suceda aquello que irremediablemente nos tenga que suceder, como si, al final, fuésemos marionetas en manos de un destino aciago que juega con nosotros.

El porvenir no se puede controlar, pero sí se puede ir trabajando sobre él, tratando de poner las bases que han de servirnos de mimbres para poder alcanzar algunas metas y conseguir algunos de nuestros buenos propósitos. En este sentido, me parece que la principal de esas bases ha de ser la actitud positiva, inspirada por la fe, sostenida por la esperanza y alimentada por el amor, que nos lleve a vivir tratando de ser mejores cada día y poder ayudar a los que están a nuestro lado a ser un poco más felices.

Hay cosas que no se podrán cambiar. Sin embargo, sí podemos tratar de enmendar algunas de nuestras actitudes y perspectivas. Y sobre todo me parece que se ha de corregir: el pesimismo que a veces se apodera de nosotros y que, como un lastre, nos impide poder emprender una vida nueva, o al menos con nuevas ilusiones; el malgastar nuestra vida en cosas superficiales e innecesarias que siembren en nosotros la sensación de vacío y sinsentido; el invertir bien nuestro tiempo, dedicándoselo a los buenos amigos, esos que realmente quieres y te quieren, y no perdiéndolo con amistades o relaciones tóxicas que no te ayudan a crecer como persona… Estoy convencido de que cada uno podría hacer su listado con aquello que le gustaría ir cambiando para este futuro que el Señor nos regala.

San Agustín definió el tiempo con una especie de trabalenguas o soliloquio un poco enrevesado: «¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente» (Confesiones, Xl, 14). No resulta, pues, fácil definir el tiempo. Lo cierto es que pasa, y nosotros con él. Por eso, en definitiva, no lo malgastemos; no desaprovechemos estos meses que tenemos por delante. Y, aunque no podamos controlar el porvenir, hagamos nuestro el consejo de San Ignacio de Loyola: «Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios» (Pedro de Ribadeneira, Vida de san Ignacio de Loyola).



¡¡¡¡¡Feliz Año para todos. Feliz Año de la Misericordia!!!!

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