Miguel Pajares, testigo del verdadero rostro de Dios
Muere Miguel Pajares, el primer europeo afectado por el epidémico
virus del ébola. Un misionero que, como todo el mundo sabe a estas alturas, pertenecía a la orden religiosa inspirada en San Juan de Dios, cuyo carisma es
el cuidado de los enfermos.
Hace unos días fue repatriado a España desde el hospital de
San José de Monrovia, en Liberia, donde ha pasado los últimos años de su vida. Y ha muerto como aquellos a los que ha atendido hasta el final. En este sentido, su muerte es el fallecimiento de
una persona que entregó generosamente su vida a Dios sirviendo desinteresadamente
a los más desvalidos y olvidados.
Ahora a nadie le resulta extraño el nombre de Miguel Pajares,
pues hasta en Alemania se han hecho eco de la noticia de su deceso. Pero hasta
hace unos días nadie sabía quién era este hombre. Simplemente se trataba de uno de los
miles de sacerdotes, religiosos y religiosas que anónimamente están desgastándose
por ayudar a los que más lo necesitan, exponiendo incluso su propia vida. Por
eso, hoy no sólo es un día para agradecer a Dios el don de la vocación y
entrega de Miguel Pajares, sino también para acordarnos, tener presentes y dar
gracias por todos aquellos hombres y mujeres que, como él, han renunciado a sí
mismos para trabajar por el Reino de Dios y aportar su pequeño grano de arena
en la construcción de un mundo mejor y más humano. Son muchos los “Miguel
Pajares” que fueron y son capaces de renunciar a todo tipo de comodidades y seguridades para ser instrumentos del amor
de Dios, testigos de la fe y semillas de esperanza allí donde se encuentran,
que normalmente es en países pobres.
Por otra parte, su muerte y la de los misioneros y
misioneras que están en el llamado Tercer Mundo también nos ayudan a descubrir quién
es Dios y lo que realmente significa creer en Él. Esto lo digo porque contrasta
con todas las noticias que nos llegan del Medio Oriente sobre lo que se está acometiendo supuestamente en el nombre de Dios. Y más concretamente me
estoy refiriendo al genocidio de los yihadistas en Irak.
Gracias a las redes sociales, sobre todo, estamos asistiendo
casi en directo a la persecución de los cristianos y otras minorías religiosas en ese país por parte de los
integristas islámicos, en nombre de Alá. Sin embargo, el
papa Francisco lo dejaba bien claro en sus palabras del Ángelus del pasado
domingo: “No se lleva el odio en nombre de Dios”. Y es que el verdadero rostro de Dios no se
descubre en la espada, la pistola, la horca, el miedo, la persecución y el
pánico. El verdadero rostro de Dios se descubre en Cristo y en la vida de los
que, como Él, viven la grandeza del amor. Porque por Dios se muere, no se mata;
por Dios uno se contagia de una enfermedad, no degüella a nadie; por Dios se asiste al que piensa y cree diferente, no se le masacra; por Dios, por el verdadero
Dios, se ama, y especialmente a los más pobres.