Muere la madre de mi AMIGO

La mirada de hoy es una mirada triste, envuelta en lágrimas y acompañada de oración: ha muerto la madre de mi amigo del alma. Por eso ahora mismo no tenía que estar aquí, sino en Vilches, acompañándolo a él y a su familia en el último adiós a aquella que le dio vida, a aquella que lo vio crecer y a aquella que también un día supo entregarlo al Señor para que fuese sacerdote y sirviera a su Iglesia, especialmente a la que peregrina en Jaén.

Desde que nos conocemos, y ya son muchos años, lo he acompañado en muchos momentos buenos, pensando que, cuando llegaran los malos, también estaría a su lado, pues es en esos momentos cuando especialmente tienen que estar los amigos, los verdaderos y buenos amigos. Y es que tenemos muchas personas a nuestro lado siempre, sobre todo cuando las cosas son favorables y van bien; tenemos cientos de conocidos a los que saludamos por la calle y seguimos en las redes sociales; hombres y mujeres con los que nos encontramos a lo largo de nuestra vida en diferentes ámbitos. Sin embargo, a la hora de verdad, que es la hora de la prueba y la adversidad, sólo quedan los verdaderos, aquellos que realmente el Señor nos ha regalado como ese “tesoro escondido” (cf. Eclo 6, 14) que descubrimos con el paso de los años.

Pero yo estoy aquí, a miles de kilómetros de distancia, en el noroeste del país germano preparando el examen de mañana. Por eso, porque en este momento no quisiera estar aquí sino en Vilches, quiero con estas pobres palabras y las que ya le he podido decir a Fran las veces que hemos hablado con él por teléfono; pero sobre todo quiero decirle que con mi oración por su madre, María, estoy allí, a su lado, como siempre lo he estado.

Mi querido amigo, hoy es, sin duda alguna, uno de los días más amargos y dolorosos de tu vida. Pero también es el día en el que tu fe se fortalece, tu esperanza crece y tu amor se engrandece. Tu madre ha llegado a la meta y ha terminado el duro combate de esta vida. Tras de sí está una mujer sencilla, cariñosa, trabajadora, que, como toda madre, se desvive por los suyos, y que en este caso habéis sido tu padre, tu hermana y tú. Sus desvelos y sus sufrimientos no han sido baldíos. Han sido semillas buenas que, de alguna manera, ha dado buenos frutos en vosotros.

Ahora, al caer de la tarde, el Señor le dará la recompensa. Esa recompensa que se merece el asalariado que trabaja desde la primera hora del día, como ha sido el caso de tu madre. Y el salario que Dios le dará no será pequeño, porque a Dios nadie le gana en generosidad.

Seguro que son muchas las cosas que recordarás de tu madre siempre, porque si de alguien se tiene recuerdos durante toda la vida es de aquella que nos llevó en su vientre, pero hay una que especialmente ahora tendrás que recordar. Se trata de aquellas veces que mirando a la Virgen del Castillo te decía que esa era la imagen de la Virgen María, la Madre de Jesús y nuestra Madre. Tu madre, que tuvo la dicha de portar también el nombre de María, no te deja huérfano, te ha dejado en buenas manos. Pero, además, estoy convencido de que, como todas nuestras madres, no dejará nunca de preocuparse por vosotros y ahora, ante el Padre eterno, va a interceder por ti y los tuyos.

“Cor ad cor loquitur” (J. H. Newman). 

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