Gracias, Don Ramón

Los rumores y comentarios que suelen escucharse durante los días previos, o justo en la víspera de su publicación, anulan siempre la sorpresa de la noticia oficial el día que aparece. Por eso a nadie sorprendió que, a las 12 de la mañana del día 9 de abril de 2106, se hiciese público el nombramiento del nuevo obispo de Jaén, D. Amadeo Rodríguez Magro, que ha ocupado la sede episcopal de Plasencia (Cáceres) durante más de una década. Y desde ese momento le damos la bienvenida con todo el afecto y consideración que corresponde al que, durante los próximos años, va a dirigir al Pueblo de Dios que camina al amparo del Santo Rostro.

Ahora bien, la esperada noticia con el nombre del nuevo prelado giennense no debería acallar otro hecho también reseñable: la conclusión del ministerio episcopal en Jaén de D. Ramón del Hoyo López. Este arlantino de nacimiento, formado entre Burgos y Roma, y que se inició como obispo en la Diócesis de Cuenca, termina su servicio al frente de esta Iglesia Particular, en la que fue acogido con los brazos abiertos el día 2 de julio de 2005, y a la que, desde un trabajo callado y casi no reconocido dentro y fuera de la esfera eclesial, ha dedicado estos últimos once años de su vida.

Monseñor del Hoyo, como le ocurre a cualquier persona que ostenta un puesto de responsabilidad, se ha podido equivocar en el ejercicio de su autoridad. No obstante, para hacer un balance ecuánime de estos años de ministerio apostólico, se necesita tener un poco más de perspectiva histórica y disponer de datos que desgraciadamente nunca vamos a poder conocer porque forman parte de la privacidad de las personas y permanecerán en el más absoluto secreto. Es más, si algún día en el futuro pudiéramos disponer de toda la información necesaria, incluso entonces convendría no olvidar lo que dijo Borges: “el pasado es arcilla que el presente labra a su antojo”. En cualquier caso, será la historia quien realmente juzgará su labor pastoral y Dios quien emitirá el verdadero y definitivo juicio sobre toda su vida.

Dicho esto, lo que sí se puede afirmar, asumiendo la inevitable cuota de parcialidad que siempre conlleva hablar de alguien, es que despedimos a un gran obispo, que ha tratado de servir a nuestra Diócesis y, a su modo, ha estado cerca de los sacerdotes y de todo el pueblo que le fue confiado.
Sin ninguna otra pretensión que vivir lo que cree, ha dejado la huella de un hombre generoso, de un obispo que trabaja, de un prelado que reza, de un gobernante que sirve, de un sucesor de los apóstoles que no se ha movido por oropeles ni ha buscado notoriedad. De hecho, así lo pudieron constatar los varios centenares de personas presentes en la sacristía de la Santa Iglesia Catedral de Jaén cuando, después de leerse el comunicado oficial con el nombramiento de su sucesor, D. Ramón detuvo la ovación que estaba recibiendo para recordar su lema episcopal (“In nomine tuo”) y reconocer que vino en el nombre del Señor, y que solo Él merece los aplausos y el agradecimiento por su ministerio episcopal.

Sin duda alguna, vino a la Diócesis sin hacer mucho ruido, y así va a salir de ella. Él no quiere escucharlo, pero nosotros necesitamos decírselo: gracias, D. Ramón, por el bien que ha hecho a nuestra Iglesia Particular de manera visible y de forma callada durante estos años.


José Antonio Sánchez Ortiz
Párroco de Jamilena
(Publicado en Diario Jaén, el día 11 de abril de 2016)

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