Entrada Triunfal en Jerusalén

No se trata de una semana más, sino de La Semana. Durante estos días, cristianos o no estamos llamados a recordar aquellos acontecimientos vividos por Jesús de Nazaret en la ciudad del rey David; unos hechos únicos e irrepetibles en nuestra historia. Por eso, desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección, no perdamos la oportunidad de volver a profundizar en el verdadero misterio que da sentido a la Semana Santa. A través de nuestros desfiles procesionales, pero, sobre todo, a través de las hermosas celebraciones litúrgicas de estos días, adentrémonos una vez más a vivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestros Señor Jesucristo.

Este año he tenido la oportunidad de ser el pregonero oficial de la Semana Santa de mi pueblo natal, Alcaudete. En él, traté de ofrecer mi visión de estos días y de cómo vivirlos. Lamentablemente, no lo grabaron y no puedo compartir con todos vosotros. Pero voy a ir dejándoos cada día de esta semana una de las partes de ese pregón, en función de la imagen que procesiona en Alcaudete ese día. 


ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN

Domingo de Ramos,
momento de triunfo,
preludio de pasión,
prólogo de resurrección.

En la puerta de San Pedro,
convertida en puerta de Sión,
se encuentra la multitud
que recibe al Nazareno
entre vítores y cantos.

¿Quién merece tal contento?
Es el hijo de María,
es Cristo, es el Mesías,
y salimos a su encuentro.

Abridle las puertas,
y preparadle los mantos,
porque vino a padecer 
quien es santo entre los santos.

El rojo de los nazarenos
quiere recordarnos algo,
que a ese que nos bendice,
le espera un amargo trago.

Comienza la Semana Santa
entre ensayos y trasiegos,
entre música de bandas
y esfuerzo de costaleros.

Solo una cosa falta
a tan glorioso boato,
que la multitud viva los días
en silencioso recato.

No somos espectadores
de un espectáculo sacro;
somos los protagonistas,
de un drama funesto y santo.

¡Vivir la Semana Grande!
Confesar nuestros pecados.
¡Cristo saldrá triunfante!
¡Cristo nos ha salvado!

No busques excusas 
y limpia “tu traje blanco”,
Dios te ama como eres,
Dios siempre te está esperando.

Porque te ha elegido a ti
como discípulo amado;
a ti, no lo olvides nunca,
y por ti será inmolado.






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