Martes Santo

Cristo atado a la Columna

Columna de sufrimiento e ignominia,
baluarte que encadenó a Jesús
y empapó su sangre.
Fuiste potro de tortura
de quien era Manantial de un agua pura.

El Martes Santo sales de tu convento
para mostrarnos aquella espalda,
la espalda del escarnio, el suplicio y el flagelo.

Estabas llamada a ser la base de un arco,
la entrada del dintel de un palacio
o el soporte de una donosa escultura.
En cambio, te convertiste en el cadalso
de quien nunca tuvo culpa.

A ti fue atado Jesús, el camino, la vida y la verdad.
En ti fue sometida la libertad,
la Salud herida,
y la Humanidad escarnecida.

¡Oh, patíbulo de flagelación,
que sometiste al Hijo de Dios!
Pasaste a la historia como lugar de tormento.
Tú escuchaste sus gritos,
ignoraste sus lamentos.
Su carne y su sangre dejaron su sello impreso.

A tu vera se formó el “Ecce homo”,
la imagen del hombre sufriente.
Tú fuiste testigo de la trasformación,
del resultado que deja el odio sobre la belleza,
el despojo que lega la cruenta mortificación.



Cristo de la Agonía

Cristo de la agonía,
que buscas al Padre que te envía,
con ojos afligidos,
clamas llorando el perdón
para tus enemigos.

Con voto de silencio y toque de tambor,
tus hijos te acompañan al Calvario
tus hijos arrostran tu dolor.

Entre el polvo y las piedras,
se revive aquella vía dolorosa,
trocha del dolor.

Cada cruz nos recuerda un tormento,
un gesto de ignominia,
un tributo de salvación.

A ti clamamos, Señor de la Agonía,
por este tu pueblo pecador,
que aunque a veces parece que te olvida,
siempre está esperando tu perdón.

Esta mañana te encomendamos
a todos los que agonizan
sin compaña y sin amor,
acógelos en tu seno
y otórgales tu perdón.

Martes Santo, martes de pasión,
En aquel camino oscuro,
Cada cruz nos recuerda un tormento,
A ti clamamos, Señor de la Agonía,
Esta mañana te encomendamos:

Consuélalos como Padre
cuando llegue la partida,
por ellos diste la vida,
y tu sangre se derramó.




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