Coronavirus II: los héroes de esta vida bella


Siempre recordaré la fiesta de San José del año 2020 por muchas cosas, pero sobre todo porque me emocioné viendo la noticia de unos niños felicitando a sus papas por televisión, pues eran sanitarios y no los iban a poder ver. También porque, entre las felicitaciones que recibí por mi onomástica, se encontraban las de algunos médicos, enfermeras y auxiliares de clínica, que me contaban con cierta angustia lo que estaban viviendo, y después de hablar con ellos no pude contener las lágrimas, a pesar de no ser una persona de lágrima fácil. 

Hasta ahora recuerdo, con más o menos nitidez, algunos acontecimientos que, sin duda alguna, han pasado a los libros de historia en mis 45 años de vida: el golpe de estado del 23F (era muy pequeño, pero tengo en la memoria la tensión que se vivió en mi casa) y el asesinato de Miguel Ángel Blanco (el 13 e julio de 1997); los atentados del 11S y el 11M; la propagación del SIDA y el brote del Évola; el terremoto de Haití (2010) y el accidente nuclear de Fukushima (2011)...; fechas y acontecimientos que me recuerdan el dolor de muchas personas y el sufrimiento de familias, ciudades e incluso países, conmocionados por la tragedia. Todas han marcado un hito y han entrado a formar parte de nuestra historia contemporánea. 

Ahora bien, ninguna de ellas se puede comparar con la pandemia que estamos viviendo en estos momentos. El Coronavirus, por su virulencia (valga la redundancia) y su capacidad de propagación, se ha presentado como la principal amenaza que posiblemente viva la humanidad de nuestra generación. Por eso ayer, cuando las cifras de los muertos aumentaron considerablemente y el número de los contagiados creció una barbaridad, no pude evitar pensar de nuevo en nuestra vulnerabilidad y en como un microorganismo nos está ahora venciendo en muchas batallas, pero nunca ganará la guerra. En estos momentos, el Covid-19 está saliendo victorioso en esta guerra cuerpo a cuerpo que nos está dando, pero estoy convencido de la grandeza de la humanidad y de como, a lo largo de la historia, ha sabido reponerse y seguir haciendo camino. 

En España estamos siendo testigos de la entrega de nuestros sanitarios: hombres y mujeres que abandonan sus casas para enfrentarse cada día contra un enemigo que juega con ventaja, porque es invisible (asintomático). Exponen sus vidas y las de sus familias por salvar la de otros; abandonan sus hogares y se apartan de lo que más quieren para evitar ponerlos en peligro. Hombres y mujeres que no tienen horas y trabajan hasta la extenuación. Profesionales en los que, más que nunca, se ve la grandeza de la vocación de entrega y generosidad que conlleva ser (no "hacerse") sanitario. Faltan palabras para expresar la grandeza de estas personas. Faltan palabras y aplausos para reconocer en ellos la grandeza del hombre, que es capaz de sacar lo mejor de sí mismo en los peores momentos. Son una verdaderos superhéroes.  

Y junto a ellos también podemos resaltar a muchas personas que están haciendo lo posible por erradicar esta pandemia y su propagación: los científicos, afanados por conocer cada vez mejor el virus al que nos enfrentamos y encontrar la forma de derrotarlo; los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, tratando de poner orden y ayudar a que este virus no siga venciendo batallas; autoridades (aunque no todas), preocupadas por tomar medidas que puedan ayudar a superar esta situación; camioneros, viviendo literalmente en la carretera porque todo está cerrado, para que en nuestras tiendas y supermercados no falte el abastecimiento; farmacéuticos, proporcionando esas medicinas tan necesarias para mitigar el malestar de este virus..., y así podría seguir enumerando a muchos profesionales que están procurando facilitarnos la vida a los demás. A ellos también los podríamos considerar unos héroes. Porque, mientras algunos nos quedamos en casa y evitamos todo peligro de contagio (que es lo que nos corresponde hacer), otros están exponiendo de una manera particular su vida y la de los suyos.  

En este listado de héroes del Coronavirus, no puedo olvidar a las familias con hijos que están viviendo este confinamiento. Estoy seguro de que ayer muchos padres pudieron celebrar el día de San José con sus hijos y, si son pequeños, hacer cosas que hace mucho tiempo o nunca habían hecho. Ayer numerosos hogares se plagarían de felicitaciones y sonrisas por la fiesta del padre. Porque era una fiesta familiar, una fiesta que nos recordaba la grandeza y la importancia de la familia, sobre todo en momentos adversos. En efecto, la familia es la que siempre está ahí: cuando más se necesita. Por eso, todo lo que se haga por favorecerla y que siga siendo la célula de nuestra sociedad siempre va a ser la mejor inversión social. Durante estos días, los padres y madres con niños pequeños y adolescentes están tirando de creatividad y dosis de paciencia que jamas imaginaban que pudieran llegar a tener. Pero ese es el camino para superar esta situación de reclusión en nuestras casas que no sabemos cuando terminará. Ahora más que nunca están llamados a ser un poco como Guido Orefice, el padre protagonista de la maravillosa película escrita, dirigida y protagonizada por Roberto Benigni, La vida es bella.  

Por último, hay muchas personas que están viviendo este aislamiento en completa soledad. Quizás su única manera de comunicarse con alguien sea través de internet, el teléfono, el balcón o la ventana de su casa. Ahora más que nunca seguro que están experimentando la soledad en sus múltiples facetas: como "posibilidad" para hacer todo lo que se tenía pendiente; como "soledad sonora", que decía san Juan de la Cruz, como tiempo de silencio en el que se puede escuchar a Dios; y también como "desierto", como ausencia de todo, como ese momento en el alguien se encuentra con el vacío de la existencia, con el abismo de la nada. Estas personas también son héroes. Porque tienen que vivir el peso de la ausencia, el cariño por la palabra, la cercanía por la tecnología. Y se levantan cada día tratando de llenar la horas de una nueva jornada con la esperanza de que la distancia física con los suyos termine cuanto antes. Son los héroes de la soledad.

A todos los superhéroes y héroes de España, mi más sincero y sentido aplauso esta tarde a las 8, y siempre. Entre todos venceremos esta guerra, aunque perdamos muchas batallas, y escribiremos una vez más, en las páginas de la historia universal, la grandeza de la humanidad creada por Dios.

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